La psicología
y la reducción de la violencia
Se
han realizado esfuerzos por detener la violencia,
y el campo de la psicología está desempeñando una
función esencial en los esfuerzos por reducir este
mal social. Los psicólogos que se especializan en diversas
áreas y emplean las principales perspectivas
del campo realizan un esfuerzo concertado para
sofocar la propagación de la violencia y enfrentar
sus secuelas (Human Capital Initiative, 1997; Osofsky,
1997). Su trabajo se ve reflejado en diversas áreas fundamentales: Examinar la idea de que un "ciclo de violencia " perpetúa el comportamiento violento entre generaciones. Muchos abusadores de niños
fueron víctimas de abuso en su infancia. De acuerdo con la explicación del
"ciclo de violencia", el abuso y el descuido durante la infancia hace
más probable que las personas abusen y descuiden
a sus propios hijos (Widom, 1989). Esta idea
sugiere que la violencia se perpetúa conforme
cada generación aprende de la precedente cómo
comportarse en forma abusiva (Burman y Allen-Meares,
1994; Wileman y Wileman, 1995; Peled, Jaffe y Edleson,
1995).
Los
psicólogos del desarrollo, quienes estudian la
maduración y los cambios a lo largo de la vida,
han encontrado una cantidad considerable
de evidencia que apoya la idea del ciclo de
violencia. Sin embargo, esos hallazgos no narran
la historia completa: ser maltratado no conduce de manera inevitable al abuso
de los propios hijos. Sólo un tercio de las
personas que han sido víctimas de abuso o descuido cuando
niños lo practican con sus propios hijos (Kaufman y
Zigler, 1987). La investigación actual está dirigida a determinar cuándo es más
probable que un antecedente de abuso en la
infancia conduzca a la violencia en el adulto,
y cómo puede romperse el ciclo. Examinar los efectos de la violencia televisada. La violencia en
la televisión es común. Una encuesta encontró que de 94 programas en horario
estelar examinados, 48 mostraron al menos un acto de violencia, incluyendo 57 personas
asesinadas y 99 asaltadas (Hanson y Knopes, 1993).
Además, la tasa de crímenes violentos descritos
en la televisión es casi del doble del índice real en
Estados Unidos. La televisión infantil presenta también altas tasas de
violencia. En una temporada reciente, por ejemplo, la
frecuencia de violencia en los programas infantiles fue de 18
escenas violentas por hora (Gerbner, Morgan y Signorielli, 1993; Waters, 1993).
¿Observar tanta violencia en televisión conduce a incrementar la agresión en el
mundo real? Aunque no pueden estar
seguros por completo, la mayoría de los psicólogos
sociales y
del desarrollo coincide en que al observar agresión en los medios de comunicación masiva se refuerza
la probabilidad
de que los espectadores
actuarán en forma violenta. Además, la observación de la agresión en los medios
de comunicación
masiva desensibiliza a los espectadores a las exhibiciones de agresión,
llevándolos a reaccionar con pasividad ante incidentes reales (Molitor e
Hirsch, 1994; Palermo, 1995; Bushman, 1995; Hughes y Hasbrouck, 1996; Seppa, 1997). Identificar
los métodos para reducirla violencia juvenil. El psicólogo Ervin Staub afirma que una combinación de factores psicológicos culturales, sociales
e individuales subyace a la violencia en los jóvenes, la cual se ha vuelto significativamente más común
durante la década de los noventa. El análisis de Staub sugiere que
factores como la falta de cariño, el descuido y un trato cruel, la observación
frecuente de violencia, las condiciones de vida difíciles y la pobreza, el prejuicio y la discriminación dan como resultado
mayores índices de violencia. Pero también sugiere formas de reducirla. Por
ejemplo, ha elaborado un programa de capacitación para difundir creencias y habilidades de procesamiento de
información más adaptativas para estudiantes urbanos con antecedentes de agresión.
Por medio de una combinación de representación de papeles, grabaciones de video y discusión
estructurada, se enseña a estos alumnos a responder a situaciones provocadoras
en forma no agresiva (Staub, 1996a, 1996b; Loeber y Hay, 1997; Spielman, 1997). Reducir
la agresión sexual. De acuerdo con algunas estimaciones, una mujer en
Estados Unidos tiene la alta probabilidad de 14 a 25% de ser violada en algún momento de
su vida (Koss et
al., 1988; Kilpatrick, Edmunds
y Seymour, 1992; Koss, 1993). Psicólogos de varias ramas del campo, incluyendo
especialistas en psicología clínica, psicología del desarrollo y psicología de
la mujer, han trabajado para diseñar formas de reducir el comportamiento sexual
agresivo. Las estrategias incluyen enseñar valores que hacen menos probable la
agresión, como alentar a los hombres a
adoptar actitudes consideradas tradicionalmente femeninas y actitudes
multiculturales no occidentales, las cuales por lo general apoyan menos la
agresión sexual (Hall y Barongan, 1997). Elaborar medidas para reducir la frecuencia de la violencia contra miembros
de grupos minoritarios. Aunque la violencia representa una amenaza
significativa para todos los niños y
jóvenes de ambos sexos, en particular los hombres afroamericanos están
en riesgo. Por ejemplo, la causa más frecuente
de muerte de los adolescentes afroamericanos varones son las heridas
producidas por armas de fuego de amigos o conocidos (Fingerhut, Ingram y
Feldman, 1992; Hammond y Yung, 1993; Hittetal.,
1994).
Los psicólogos han diseñado varios programas de
intervención dirigidos a adolescentes afroamericanos. Por ejemplo, un programa
enseñaba habilidades sociales que podían emplearse en situaciones en las que
era probable que los conflictos condujeran a
la violencia. Después de ver una serie de grabaciones de video usando
pares como modelos, los participantes tenían menos probabilidad de pelear y ser
arrestados que quienes no participaron (Hammond y Yung, 1991). En otro enfoque, se enseñó a afroamericanos que cursaban
la escuela primaria a modificar sus interpretaciones respecto a las acciones de otros. Por ejemplo, fueron entrenados
para evitar que sacaran conclusiones apresuradas de que el comportamiento de
otros tenía la intención de molestarlos. La capacitación dio como
resultado una reducción del enojo frente a
la provocación (Graham y Hudley, 1992). Un resultado que ha surgido con bastante claridad de esta investigación
es el requerimiento de que los programas
sean sensibles desde los puntos de vista cultural, étnico y racial (Hammond y
Yung, 1993).
Ayudar a los niños que son víctimas de la violencia.
Los altos índices de violencia han motivado al psicólogo del
desarrollo Joy Osofsky a iniciar el Proyecto
de Intervención contra la Violencia para Niños y Familias (Violence
Intervention Project for Children and Families) en Nueva Orleans. El programa busca prevenir la violencia y
proporcionar ayuda a los niños, quienes con demasiada frecuencia son víctimas o
testigos de la violencia. El programa se lleva a cabo en relación estrecha con
la policía, los educadores y miembros de la
comunidad. Por ejemplo, se capacita a los oficiales de policía para que sean
sensibles a las necesidades y reacciones de los niños que presencian violencia,
ya sea que la encuentren en las calles o en sus propios hogares (Osofsky, 1995). Considerar la función de los factores biológicos en la agresión. Varios psicólogos han considerado el problema de si los factores biológicos están vinculados con la agresión.
Por ejemplo, el psicólogo James Dabbs, Jr. cree que hay un vínculo entre las hormonas y el comportamiento
agresivo, basándose en las investigaciones
en las áreas de la biopsicología y la psicología
social. Él y sus colaboradores examinaron el nivel de testosterona, una
hormona masculina, en casi cinco
mil veteranos del ejército de Estados Unidos. Al examinar a los hombres con los niveles más altos y más bajos de testosterona,
Dabbs encontró que aquellos en el grupo con testosterona elevada tenían mayor
probabilidad de estar implicados en una variedad de comportamientos agresivos y
antisociales que los del grupo con baja testosterona. Del mismo modo, en el examen de un grupo grande de prisioneros se
encontró que los hombres con niveles más altos de testosterona tenían más probabilidad de haber cometido delitos de sexo y violencia contra las personas,
mientras que aquellos con
niveles menores de testosterona eran más propensos a cometer delitos contra la propiedad que implicaban asalto, robo y drogas. Si otros estudios
respaldan este trabajo sujeto
a debate, el futuro puede traer
la controvertida posibilidad de administrar tratamientos médicos diseñados para reducir la violencia en los perpetradores (Dabbs, 1993; Dabbs et
al., 1995; Banks y Dabbs, 1996; Dabbs, Hargrove y Heusel, 1996; Rutter, 1997).
Como puede verse, los
psicólogos están desempeñando
funciones importantes y
bastante variadas para combatir la violencia, aunque ésta no es el único problema social a cuya solución están contribuyendo los psicólogos en un esfuerzo por aliviar el sufrimiento humano. Como exploraremos en los recuadros de Aplicación
de la psicología en el siglo XXI en cada capítulo, los principios básicos de la psicología son empleados, conforme caminamos por el nuevo siglo, para abordar una amplia gama de problemas sociales.
(Feldman, 2005, adaptación)