Es un término que escuché a raíz de las recién pasadas elecciones en la UASD en referencia a un candidato que no ganó y que hubo de conformarse con volver a las aulas.
Me impactó que este proceso, que debe ser visto como algo natural, se perciba como una degradación o humillación. Suponemos que si un maestro tiene la oportunidad de servir a la universidad desde un escritorio debe asumirlo en su correcta perspectiva TEMPORAL y el volver a servir desde las aulas debe ser su labor habitual. Acaso la docencia no es una de las funciones básicas de la academia?
Muchos de los que alguna vez ostentan un puesto, sencillamente se niegan a volver a ser “un simple profesor” y hacen lo indecible por seguir en algún cargo. Me pregunto por qué?
Presumimos que quizás tiene que ver con que al funcionario se lo trata con una dignidad y tiene unas prerrogativas y libertades que no son comparables a las que recibe el profesor.
Admitimos que las condiciones de trabajo para el profesor no son las ideales, a veces ni humanas.
Pero el profesor que ve en los ojos de sus alumnos el brillo del conocimiento y que sabe que despierta en los estudiantes las inquietudes para el cambio, no siente degradación al volver a sus clases.
El verdadero maestro, el que lo es por vocación, se alegra y enorgullece de ser simplemente un profesor.
Mtra. Ivelisse Ureña
Profesora de Psicología